lunes, 7 de noviembre de 2011

Cementerio de Finisterra de CÉSAR PORTELA

CÉSAR PORTELA
Cementerio de Finisterra (1998-2000)
La Coruña (España)

Vista general de la costa y el cementerio
La idea tras el proyecto

"La arquitectura que pide el Cabo Fisterre, al menos la que a mí me pide, es una arquitectura entendida como prolongación del propio paisaje, disuelta en la naturaleza, silenciosa, casi inexistente. Y ¿cómo asumir esta condición de la arquitectura, a la hora de proyectar sobre este territorio un cementerio? Nuestra cultura actual ha interpretado el cementerio como un recinto, un campo-santo, limitado, acotado, cerrado. Como un ámbito arquitectónico que tiene un adentro y un afuera. Por el contrario, la alternativa que aquí se contempla, viene de la mano de un tipo de cementerio libre en cuanto a su estructuración, que no implique la realización de grandes desmontes, procurando al máximo la adaptación a la topografía existente y minimizando así el impacto arquitectónico que un cementerio al uso, compacto, provocaría en el paisaje."
El proyecto

"El proyecto reproduce el modo que tiene la naturaleza de hacer arquitectura, pero también ha leído la forma en que sus habitantes tienen de hacer su arquitectura."

El proyecto en sí, es más el proyecto de un sitio que el proyecto de un programa. Un proyecto que reconoce el lugar del cementerio -normalmente un lugar de culto a la muerte, como un lugar más, asumido como un hecho vital y no como un hecho trágico, que sale al encuentro de un paseo cuyo recorrido permanece en continuo contacto con el mar.

La ilimitada extensión del mar y del cielo constituyen el escenario cósmico en el que se sitúa y se compone este proyecto. El cementerio, el mundo de los muertos, entendido así, es una red de caminos que se extienden por el acantilado, los mismos caminos que llevaban a los viejos molinos y a las rústicas fincas. Recorriendo estos caminos, nos iremos encontrando unos cajones varados a la vera de una vereda, que se entierran en la ladera y dentro de ellos, los muertos.

Los cajones tienen una dimensión considerable, son de gran porte. En ellos, como en una descompresión violenta, el ojo y el cuerpo sufren fuerzas de expansión, tienden a la disolución a un lado, en la tierra, todo lo que contiene un nicho, al otro, solo el mar y el cielo, en los que tuvo lugar todo. La estudiada diseminación de estos objetos responde a la intención de que sean encontrados al azar, como queriendo recordarnos que la muerte y los muertos están allí por donde vamos, allí por donde el camino de la vida nos lleva. Al fin y al cabo no hace falta que nos la encontremos ya que siempre, de alguna manera, nos acompaña.



Plano distribución de los módulos

Método constructivo

La construcción de los módulos habla de la doble identificación de la tumba como roca y como casa. Formalizados por la unión de grandes piezas de granito gris de Mondáriz, los elementos edificados aparecen semienterrados en su lado de la pendiente, ampliando en terrazas irregulares la senda de tierra que vertebra el cementerio-itinerario. El frente que se abre al mar aparece ligeramente despegado del suelo. Una breve escalera (moldeada en hormigón) se coloca ante cada módulo de nichos facilitando el tránsito entre el mundo orgánico y terrenal y el de la abstracción y el recogimiento.



ALUMNO: Omar Julián Tawil Martínez 

1 comentario:

  1. El profesor de la asignatura de este blog, Modesto Sánchez, dijo hace poco en una corrección: "La arquitectura empieza donde acaba el programa". Es una frase que anoté en mi libreta.

    Este proyecto lo refleja, resolviendo un programa de necesidades liberándose de estereotipos y costumbres a veces asumidas como única manera de hacer las cosas por el miedo a lo desconocido.

    La imaginación se da la mano con la poesía y a través de recursos arquitectónicos que nacen de la lectura del lugar, se consigue un itinerario que estremece, por su belleza y su significado.

    María García Barrera

    ResponderEliminar